09 Ago DE BAÑOS Y BAÑISTAS
El placer del baño en el río es una imagen recurrente del carácter lúdico de Aranjuez. Hay testimonios literarios, también pictóricos, como un óleo de Houasse, pintor de Felipe V, en el que varios personajes nadan en las aguas del Tajo, junto a la presa. En todas las épocas disfrutar del agua trajo pareja la dificultad por armonizar la diversión con la moral. Con la llegada del buen tiempo surgían los problemas. Las ordenanzas municipales, los bandos de los alcaldes insistían en unas pautas, unas “normas de conducta y buenas costumbres”.
El concepto de moral ha cambiado a lo largo del tiempo, aunque siempre existen unos códigos de comportamiento cívico. Hoy en día son los riesgos sanitarios los que ponen límite al goce de las aguas del Tajo, pero hace cien años las preocupaciones eran de otra índole. El año de 1916 tuvo que estar especialmente alborotado el vecindario, pues llegaron al pleno municipal los “abusos atentatorios a la moral”. En la sesión de 24 de junio (recién inaugurado el verano) el concejal Alonso
“ruega se eviten los abusos atentatorios a la moral que se cometen con motivo de los baños: el Señor García Grediaga y otros señores concejales usan de la palabra con este motivo y el señor Presidente ofrece mandar fijar los bandos referentes a este asunto en que se transcriben los artículos de las ordenanzas municipales y dar las órdenes a los agentes de autoridad para que los hagan cumplir”.
En un marco como el de la política municipal no hay lugar para mayores detalles. Por ello resulta mucho más curioso y ameno un relato del siglo XVIII, ambientado en la época de Carlos III, digo ambientado porque salió de la cabeza del marqués de Langle, un personaje que nunca estuvo en España. En su Voyage de Figaro en Espagne dejó un sarcástico relato de una España caricaturizada que fue muy divulgado en toda Europa.
Tan mal parada salió la imagen de España que los contemporáneos levantaron la voz ante este escándalo en la corte. Entre ellas la más inmediata, punto por punto y en francés para que fuese comprendida fuera de la nación, la del conde de Aranda, por esas fechas embajador español en París, en un texto de 1785 editado en la capital francesa y titulado explícitamente “Dénonciation au public du voyage d’un soi-disant Figaro en Espagne.
El marqués francés, entre otras perlas, dejó un retrato de las muchachas que disfrutaban de los baños en el río Tajo, ninfas de la comarca que como Susanas biblicas son observadas por el autor con rijosa imaginación:
“Cuando hace calor y el rey no está, las jóvenes de los alrededores vienen a bañarse al Tajo; les vemos, les hablamos, puedes tocar sus corsés, pañuelos, enaguas, cintas, todo está deshecho, desatado, quitado, dejado en el borde del agua”.
El conde de Aranda replicó con contundente ironía y sin dejar escapar la encendida mente del personaje:
“Es la imaginación del autor la que creó el tema de esta pintura por tener el placer de practicar en el género del Albano”, en referencia al pintor de paisaje y temas mitológicos Francesco Albani.
Ciertamente, la imagen bucólica del baño en el río es un referente innegable, pero siempre desde el buen gusto. Sin ir más lejos, una década antes, el embajador británico en España, Lord Grantham, durante su estancia en Aranjuez, había captado la sugerente atmósfera en uno de sus grabados.
Imagen: Lord Grantham. View on the Banks of the Tagus, near Aranjuez. Col. Álvaro de la Cruz Dombriz.
Editado el 06/06/2020 en Facebook