LA CIUDAD DE LOS DIFUNTOS

Fue el siglo XIX el que dejó huella manifiesta en Aranjuez de la realidad de la muerte, indisoluble de la vida. En el inicio del reinado de Isabel II Aranjuez aún no poseía aún cementerio. El equipamiento urbano de la segunda mitad del siglo XVIII no contempló la construcción del mismo. Había una cierta negación de la muerte en el arcádico Real Sitio.  

El primer cementerio de Aranjuez se construyó en 1845, al sur del convento de San Pascual, en una zona elevada bien aireada, cerca del hospital de San Carlos, con el que conectaba a través de una vía arbolada. La epidemia de cólera hizo que el sencillo recinto cuadrado pronto fuese ampliado. En 1850 ya había duplicado su superficie, adoptando planta rectangular y una pequeña capilla.  

Su abandono fue casi inmediato, pues pronto resultó insuficiente para la creciente población. Para López y Malta, quien escribió una historia de Aranjuez a mediados del siglo XIX, no poseía “ni solidez, ni gusto ni acierto en su situación». En 1859 el Ayuntamiento solicitó a la Corona la construcción de un nuevo camposanto. En 1861, por decisión regia, se comenzó la construcción que concluyó en 1863. Se eligió el Oeste de la población, lejos del núcleo urbano. Desde el mismo día de su bendición en 1864 fue cedido al Ayuntamiento en usufructo. Se puso bajo la advocación de Santa Isabel, en referencia al nombre de la reina. Hoy en día, pese a ampliaciones y modificaciones, se conserva el núcleo original del cementerio que fue diseñado por el arquitecto de la Corona, José Segundo de Lema. 

Imágenes.  

Plano de Aranjuez. 1865-1870. Instituto Geográfico Nacional (IGN).  

Cementerio de Santa Isabel (C. López y Malta, Historia descriptiva del Real Sitio de Aranjuez escrita en 1868 por…sobre lo que escribió en 1804 D. Juan Alvarez de Quindós. Aranjuez, 1876. 

Editado el 1/11/2020

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