Fernando Vi creó la ciudad de Aranjuez, junto al núcleo del palacio a mediados del siglo XVIII. Pero a esta ciudad se sumaron las ciudades del campo, pequeños núcleos de habitación dispersos por el territorio, que atendían a funciones eminentemente productivas Ello sucedió durante el reinado de Carlos III. Ya había antecedentes en tiempos de Felipe II, pues existían la Casa de Vacas, la Casa de las Aves y la Real Yeguada. Pero Carlos III revitalizó el territorio conforme a las ideas fisiocráticas que buscaban la riqueza en la naturaleza y su utilidad pública, fortaleciendo la imagen de modernidad de la corona.
La política agropecuaria tuvo su máximo exponente en el Real Cortijo de San Isidro, creado en 1766 con una clara vocación científica y experimental sobre todo en el campo de la botánica, y dedicado eminentemente a la producción vinícola y olivarera. Su diseño fue obra del arquitecto real Jaime Marquet, con intervenciones posteriores de Manuel Serrano, a quien han de atribuirse las principales construcciones del lugar (bodega, capilla).
Otras fincas reseñables del momento fueron la Casa de la Monta (el impulso a la yeguada de Sotomayor, en la tradición de la cría caballar española presente en Aranjuez desde los tiempos de Carlos V), el Campo Flamenco (su trazado es un guiño a Picotajo, de idéntica inspiración nórdica), las Infantas, Villamejor. En los límites de la ciudad se formaron las Huertas de Secano y Valenciana, al este, y El Deleite, al Sur.
Imágenes. El Real Cortijo de San Isidro y La Flamenca en DOMINGO DE AGUIRRE (dib) JUAN ANTONIO SALVADOR CARMONA (grab), Topografía del Real Sitio de Aranjuez, 1775. Madrid © Biblioteca Nacional de España.
Fuera de esta finalidad unívocamente productiva cabe hablar de las casas de evasión1. Son refugios dotados del lujo de las estancias palatinas pero que pretenden imitar la vida en el campo y reivindicar la naturaleza. Tienen sus antecedentes en los pabellones de Fernando VI junto al río. Las de los infantes Gabriel (frente al Embarcadero, al otro lado del Tajo) y Antonio (casa-granja en el Jardín de la Isla), la Casa del Ermitaño (con su particular huertecillo, en el Jardín del Príncipe) no hacen sombra a aquella primera Casa del Labrador de un Carlos todavía heredero.